13
sep 2011
Cuando notaba que su vida se escurría entre sus dedos, atrapada entre mil noches de pesadillas sin ningún tipo de esperanzas, cuando ya no le quedaban lágrimas que derramar y sus ojos perdidos en lo más profundo del infinito, se sentó al borde de un precipicio en una montaña a la que solía ir a meditar, todo estaba en silencio, no oía los cantos de los pájaros, ni silbar al aire tampoco lo sentía acariciar su tez y alborotar su cabello. Se preguntaba una y otra vez, el porqué estaba allí, si le había entregado la vida, había perdido el dulce sabor de los besos; su cama vacía y sus sabanas frías, la fragancia de su aroma se había desvanecido por completo. Y su vida agonizante en sus entrañas, revolvió su alma herida y su cuerpo de un latigazo se estremeció, alzo su mirada hacia el cielo y entre nubes azuladas empezó a caer gotas de lluvia de esperanza, lanzaba su mirada al infinito, buscando entre las estrellas al ser que le había empujado a aquel abismo derrochando una cruel locura, a la que se aferraba con pasión, empezó a susurrar entre dientes la melodía de una canción de amor; se cruzo los brazos sobre la cintura y acurruco su cabeza entre sus rodillas apareció un ángel de luz y bellísima sonrisa, tendiéndole sus finas manos llenas de esperanza y de amor. Ya no deseó besar la noche oscura, sino estrechar a su bello ángel entre sus brazos y quedarse en ese abrazo fundido para siempre; deslizando
Su frágil cuerpo al espacio y empezó a volar como un pajarito agitando sus alas, dejándose llevar abrazada a su ángel;-
-“El le había venido a buscar y acompañarla en ese viaje final”-
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