Carta a mi amigo:
No te haces a la idea de cómo te echo de menos, ¿que nos pasó? aun no lo entiendo. Tú, mi fiel amigo, que me acompañabas en mis penas y ese sentimiento que me envolvía e invadía me llenaba el alma de alegría. ¿Qué pasó? si yo por ti cruzaría montañas sin pensarlo ni un momento, solo tendrías que decirme, estoy mal y cogería el primer vuelo. Yo, que sin conocerte en persona, alcé la lanza al frente y acallé las malas palabras, Desde que te alejaste nada me consuela, cuando me decías que me querías, eras tu mi mejor amigo y yo había prometido, ser tu amiga especial, le duela a quien le duela, por las lágrimas que cada noche derramo en tu nombre. Ahora me pregunto si tú estas igual de mal que yo, no sé qué te he hecho y todos los días me lo pregunto; Dios mándale una señal, dile que nada de lo que me acusa es cierto, te llamo, te escribo y tan solo silencio, parece que tu sangre en las venas tienen hielo, “nada he hecho”. Será que no oyes mi llanto, será que no presientes mis desvelos. Quizás no te quede de mí ni un buen recuerdo, eres mi amigo del alma, y para nuestra amistad va más allá de los límites; es sincera, pura, verdadera, duradera. Hemos pasado por grandes pruebas, y aún así sigue intacta, como en un principio. Te he contado mis secretos, entre nosotros no había distancia, que mi alma no tiene calma, todas las cosas que compartimos, ¿seguimos firmes en un mismo sentimiento? ¿Tanto te cuesta reconocer que lo que pasó fue un error?, simplemente eso, que no hay culpable, todo lo que hacías esa noche daba error, y que en otras cosas no me bato en duelo, que quiero cosas que me den alegría y que reírse de la gente hace daño, ya bastante me duele el corazón como para ver eso, sobre las frases impuestas prefiero las de amor, alegría, ninguna que agravie a la gente con malos libelos. Quita el caparazón y ábrete de nuevo, mira en tu corazón si te queda algún sentimiento, mira con los ojos del alma y dime si crees que te miento. El amor es incondicional, tú siempre me decías, es generoso y no pide nada a cambio, lo das sin más, -¿acaso me mentías? ¡Pensé que me protegías! Siempre que de mi tirabas y me decías mira al frente, olvídate de eso no eres igual, “tú eres mi poetisa” eres la única que hay, y me decías si tenía dudas de nuestra amistad. Pero algo pasó esa noche, que yo no sé, algo que nunca sabré, no vi nada todo salía mal, es otra prueba de vida, ¡quizás!
¿Te gusta con mis sentimientos jugar? ¿Dónde están las manos blancas? No me dejaste opción, me juzgaste, fuiste abogado, juez y fiscal y tu veredicto fue de culpabilidad.
Me condenaste por algo que no pasó sin darme la oportunidad de defenderme, así sin más. Juez y verdugo y me condenaste a la más cruda oscuridad, me sellaste la boca; no tuve oportunidad de declararme inocente y como inocente tengo que pagar, ni pidiendo clemencia el mismo Dios, tú ejecutaste y me clavaste la estocada final.
 Mira dentro de tu corazón, siempre me lo pedias, ahí está la verdadera respuesta. Mi corazón no encuentra respuestas, mi corazón es generoso y carente de malicia, nadie podrá nunca depositar sus malos actos, está protegido contra ello, mi alma herida pero libre, pertenece a mi espíritu y mi ser no dejará penetrar ningún tipo de daño humano que la pueda manchar. Yo soy “el pequeño saltamontes” y necesito la respuesta de esta clase que me dabas de moral, siempre escuché atenta para poder aprender y me voy sin las respuestas; maestro, no sabes enseñar. ¿Dónde está el caballero? Maestro dime ¿Dónde está? 
Y ese corazón que dice saber amar.- 
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